domingo, 21 de abril de 2013

La escuela de las cumbres.

En el año 1931 había en España 35.000 sacerdotes del clero secular. 36.569 frailes y 8.396 monjas. Ocupaban 2.919 conventos y 763 monasterios.
Los emolumentos del clero ascendían a 52 millones en el presupuesto del estado.
El cardenal primado recibía 40.000 pts. al año, mas que un ministro, el obispo de Madrid 27.000 pts. los otros obispos entra 20.000 y 22.000 pts, los canónigos de 3.000 a 4.000 pts, un párroco de ciudad 1.500 pts, y un cura rural 1.000 pts al año.  Cantidades que tenían que completar con los ingresos de bautizo, bodas y entierros.    Fuente: diario la Voz, 27-01-1979

De todos es sabido que otra de las fuentes de ingresos, que sobretodo después de la guerra civil utilizo y utiliza aún en la actualidad la iglesia, son los centros educativos. Muchos de esos 2.919 conventos fueron transformados en escuelas.
Ese fue uno, entre otros, de los usos que tuvo este centro.
Cuando visité este centro, justo empezaba su decadencia, precisamente por la falta de inversión de las administraciones.





































jueves, 18 de abril de 2013

La morada del Sapo

Cuando entramos en este lugar, que como veréis está emparentado con la medicina y la rehabilitación, ya nos avisaron que aunque no creyésemos en fenómenos extraños, no nos sorprendiésemos de vivir en primera persona algún suceso, al que no supiéramos encontrar una explicación lógica.

Pasamos seis horas, en absoluto silencio, recorriendo enormes espacios vacíos:  salones con telarañas gigantes, salas de rehabilitación, piscinas, gimnasios, consultas, pasillos y habitaciones. Resulta una experiencia un tanto inquietante. Después de los avisos, los sentidos están en alerta permanente, y cualquier ruido se magnifica.
Entro en una habitación y veo dos camas, y una mesita de noche al lado de cada una de ellas. Planto el trípode y tomo la fotografía. Salgo y me dirijo a la siguiente estancia. Al entrar, siento que hay corrientes de aire, y una puerta se cierra a mis espaldas de un golpe seco. Vuelvo sobre mis pasos, y entro de nuevo en la habitación anterior para comprobar que no he dejado nada abierto. Donde estaban las dos camas con sus respectivas mesitas, ahora, y entre ambas camas, hay una silla tirada en el suelo que antes no vi, mi cámara tampoco la captó. Estoy solo en la habitación, no hay nadie en los pasillos. Un escalofrío me recorre la espina dorsal.